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ANGÉLICA SÁNCHEZ, Trabajó mediante la greda y el yeso una obra escultórica.

 

En pedir que intervenga una cartografía sin límites de espacio, libre de mover, sacar, agregar, no hay engaño. Es una propuesta franca.  Pero como hacer para no caer en lo concreto y contingente del Cajón del Maipo; un río contaminado y sin acceso público. Un pueblo de paso, con calles sin  historia, solo números de referencia.

(Uno sur, dos norte).

Un pueblo rodeado de imponentes montañas. Que de alguna manera me refleja, la dramática y secreta historia de las mujeres de nuestro pueblo. Vivimos en un patriarcado; en una propiedad privada que nos afecta a todas. Desde nuestro humano espacio interior.

¿Donde están los canales que comunican nuestra geografía interna con la naturaleza exterior?

Nos encerramos dando la espalda al río y miramos hacia nuestros muros naturales; hay que mirar hacia arriba, hay que buscar, tal vez subir o cruzar para encontrar la única calle con historia, con relato. “La Inmaculada”. Según el diccionario significa; impecable, intachable, impoluto, limpio, puro. Este único nombre de calle es el que me podría llevar a entender su historia,  pertenece a una Institución religiosa que también es manejada por un patriarcado. Por lo tanto para obtener el calificativo de “Inmaculada, limpia, pura e intachable, es escrutinio absoluto de los hombres del templo. Y se aleja demasiado de la búsqueda de pureza que como mujeres, buscamos en  esta geografía que nos es dada, torpemente.

Crearé un templo para nosotras y mi templo tratara de mujeres sin una columna vertebral.  Mujeres con sus sentidos desplazados, disgregados. Incapaces de sentirse plenas. Un templo para mujeres sin acceso al río donde poder purificar sus secretos.

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